La insurgencia es un proceso político de dignificación, continuidad de luchas y pensamientos, transformación y ruptura de las realidades, es actuar colectivo de la política subvertida, sublimada y condensada, de procesos dialécticos que reorganizan las relaciones de poder, las estructuras políticas, los territorios y sobre todo, las realidades de vida de los pueblos.

Se ha confundido reiteradamente – como parte de las disputas ideológicas- la definición de insurgencia, se le presenta como violencia con objetivo de derrota de autoridad o toma del poder central por cualquier tipo de grupo, pueblo u organización, sin embargo es necesario redefinirla como parte fundante de las conformaciones sociales de los pueblos que luchan con métodos y planes acordados en largos tiempos, con carácter de liberación y no de opresión, en los estudios de la guerra se le da primacía a los componentes militares, pero la insurgencia va mucho más allá de la guerra, la guerrilla o los movimientos armados, el terrorismo no es insurgencia, la revuelta sin planes no es insurgencia, la insurgencia es ante todo un proceso político de reorganización, implica incluso diplomacia e imprenta, consensos y ética, no es una categoría de cualquier movimiento sino está íntimamente allegada a formaciones de dignificación no a expresiones que atenten contra la vida, la insurgencia es organización y movilización, es resistencia y estrategia de liberación, es ternura que explota fuerza, es una definición para la libre determinación, la independencia, la libertad, la justicia, la r-existencia, es un producto históricamente determinado y específico en sus realidades concretas espacio- temporales.
Insurgir en medio de condiciones adversas, repletas de relaciones de conflicto, derivadas de las relaciones de poder a las que subyacen relaciones de producción.
Insurgir como proceso planeado, organizado, pensado, en semanas, meses, años, siglos de resistencia, coordinados en constelaciones de fuerzas políticas que permiten la sobrevivencia, la existencia, la re existencia y la pervivencia, organizarse en las nuevas condiciones y con los nuevos emblemas, paradigmas que compostean estigmas, abonos para semillas que bajo tierra se plantean nuevos rizomas y caminos de enlace que derrumban y erosionan al poder y las fortunas, a subordinados y ejércitos, gendarmes y espías, a las verdades y los dogmas.
Insurgir desde adentro, desde abajo, cuestionando las relaciones de dominación por la clase, género, etnicidad, edad, del habitar, del ser, del estar y del hacer, de las formas de hacer no sólo como cosmovisiones pasivas sino como filosofías.


Territorios de pueblos usurpados, emergentes, insurgentes, re existentes.
Mares turbulentos con islas de estabilidad política. Bahías de encuentros. Huracanes de conflicto. Terremotos insurreccionales. Montañas de resistencias del relieve social. Cañadas de ruptura y continuidad. Selvas simbólicas. Costas de relaciones liminales.
Territorios Insurgentes a partir del desarrollo de procesos antagónicos manifiestos en Rebeliones, Revoluciones, Enclaves, Cimarronajes, Palenques, …
En su dimensión espacial la relación poder-territorio adquiere materialidades concretas y significados profundos. la insurgencia de procesos recorre abruptos y sinuosos caminos, relieves sociales que se enmarcan en huracanes de rebeliones, terremotos de sistemas, montañas de resistencias, mares de comunidades, torbellinos de luchas, bahías de diálogos, mareas y retumbos de conflictos, neblinas de presencias y existencias, nubes de conocimientos y archivos de la memoria, arco iris lingüísticos, persistencias de clase en campos y arenas de conflicto entre poder y resistencias. continuidades y rupturas que se reencuentran en palabras y signos que se producen en la historia, la memoria y la práctica.
Dentro de estas nuevas producciones espaciales se encuentra este geoportal, sus cartografías y secciones, desde los pueblos de México, denominado “pueblos, territorios y conflictos”, que forma parte de una segunda investigación posdoctoral que continua el trabajo académico de los últimos años. La producción de este atlas está comprometida con las luchas y movimientos étnicos, antirracistas, antipatriarcales, anticolonialistas, antiimperialistas y anticapitalistas de los pueblos que emergen e insurgen en las realidades contemporáneas de las sociedades en transición de la realidad afroindoamericana, del Abya yala, Guidxilayú, Yaedi Ñuu, Anáhuac, Ñoo, Kawi, Balumil
Corpus, polis, orbis y cosmos transformados y organizados por la praxis, en relaciones de teoría y práctica, en el trabajo, epistemologías, ontologías y lógicas expresadas en logos e idiomas de coherencia, significado, sentido y rumbo.
El territorio se significa en las luchas a través de símbolos o de prácticas, y en el proceso de insurgencias en las luchas por el contra-poder de los pueblos frente a la centralidad y verticalidad del poder hegemónico. El ejercicio de soberanía de facto con los pueblos insurrectos, implica mapas mentales y corporales que representan en acciones en serie, en red o en paralelo la recuperación del territorio usurpado y el cambio de condiciones de la zona del no ser a la zona del ser, …
El territorio insurge como parte de las relaciones de poder derivadas del modo de producción dominante y sus configuraciones alternas. Espacios de resistencia y espacios de dominación, porosas formas corpo-territoriales liminales e intersticiales entre los espacios del ser y espacios del no ser (Fanon, 1961) territorios del renacer y del insurgir, el alterser, el somos.
El territorio como derecho de cualquier comunidad trasciende los límites de físicos y se coloca en la esfera de los significados y los sentidos de rumbo colectivo, político.
El mundo- territorio de los pueblos originarios no es sólo una epistemología o teoría filosófica, es un hecho social, político, cultural y económico, es reflexión sobre la realidad objetiva, su dimensión espacial es la concreción de mundos en territorios, espacios organizados, conciencia territorial, a ras de tierra, filosofías y filotopías, no sólo una topofilia, son filosofías de mundos-tierras-cuerpos, filosofías del mundo, de naturaleza y cultura, mundos combinados y coordinados, dialécticos, transformados.
La configuración y reconfiguración de pueblos originarios en México, nombrado como Cemanáhuac, Guidxilayú o Abya Yala (ver epistemologías de este geoportal) y en el planeta entero se presenta como constelaciones dentro del cosmos, el pluriverso, el universo, el interverso que se reenlazan a los cuerpos y ríos, a las aguas, sangre de montañas y seres, de la vida que fluye en los pasos y caminos de luchas ancestrales, presentes y futuras donde la comunidad y la polis es el eslabón coherente y dialógico de sus interacciones bioculturales.
El territorio adquiere un valor estratégico como espacio de reserva, de resistencia, en disputa, de memoria histórica, y como zona de conflicto, zonas de territorios insurgentes y emergentes. Fronteras materiales y fronteras imaginarias, sólidas y porosas, elásticas, acciones de conflicto y de consenso que modifican las fronteras. Lo que se puede analizar desde la perspectiva Geopolítica y en el seguimiento de sus Geoestrategias, desde el poder y desde las resistencias, retumbos de luchas, como si se tratara del sordo y escabroso retumbo diario de temporada o que precede al movimiento sísmico originado en el mar y que recorre las montañas en diferentes direcciones, tiempos e intensidades.
La organización del territorio indígena en México es producto del movimiento de fronteras por las relaciones de poder en sus expresiones política, militar, económica y cultural en diferentes etapas y momentos. Estos pueden analizarse desde la geopolítica y en el seguimiento de las geoestratégicas, desde el poder y desde las resistencias. Los territorios son leídos, percibidos, imaginados, materiales vividos, practicados, significados; territorios indígenas en vías o de facto autónomos en la mundialización neoliberal se presentan como nudos de la resistencia, frente a la articulación nodal de capital.
Partiendo del marco de la colonialidad y el imperialismo del poder usurpador, podemos plantear hipótesis importantes:
Primero, los territorios son productos históricos de la guerra.
Segundo: los pueblos originarios son hechos políticos y culturas de resistencia frente al poder usurpador.
Tercero, son estratégicos en disputa por trabajo, recursos y rutas económicas que derivan en sistemas de organización social, cultural y política.
Cuarto, el conflicto es el principal mecanismo dialéctico de ruptura/continuidad/cultural/territorial, resistencia de pueblos/ expansión e intensificación de la dominación, donde insurgen semiósferas y relaciones de frontera.
Quinto, son epicentros políticos de resistencia a la usurpación y a los dispositivos político-militares-ideológicos.

A nivel hemisférico este proceso de transnacionalidad derivado de la imposición de fronteras por los Estados superpuestos a los pueblos y ha resultado en la existencia contemporánea de más de mil pueblos-naciones de América, más de 150 de ellos presentes en dos y hasta seis países. Podemos observar conjuntos dinámicos de territorios derivados de la guerra y la resistencia, en diferentes etapas y formas, producto de ciclos de acumulación originaria y división internacional del trabajo.
En América Latina existen 108 pueblos binacionales, como los Awá, Shuar, Wounan, Pasto, Kofan, Siona y Secoya en la frontera entre Ecuador y Colombia; los Tikuna entre Colombia y Brasil; los Emberá y Kuna en la frontera entre Colombia y Panamá; Bribri, Cabécar, Këköldi, Ngobe y Naso entre Panamá y Costa Rica; Inga, los Caribe y Makushi en Venezuela, Colombia y las Guyanas. Guaraníes en Paraguay, Brasil y Argentina. Otros en cuatro países o Estados (Garifuna entre Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua) Kari´ña en cinco países (Brasil, Guyana, Guyana francesa, Surinam y Venezuela) o en seis países, los Kichwa (Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú).[1] Pueblos Maya en Honduras, Belice, Guatemala, México. Pueblos de Oaxaca Triquis, Cuicatecos, Zapotecos, Mixes, Mixtecos, Chatinos, Chinantecos, Chontales, presentes a nivel del hemisferio Norte en México, Estados Unidos, Canadá, Japón, … Pueblos de Guerrero Mee´phá, Amuzgos, Nahua, Mixtecos o de Chiapas Tzeltal, Tzotzil, Tojolabal, Ch´ol, …
El conjunto del territorio finalmente es un mosaico de zonas de conflicto en la defensa de los territorios frente al poder político, económico y militar de manera exógena o bien desde las clases apoderadas locales que intentan conquistar territorios y reorganizar el trabajo para obtener el plus trabajo que permite mantener y crecer su condición de poder, a través de la acumulación originaria derivada del conflicto originario entre occidente y los pueblos nación concreta en la articulación y contrariedad de los modos de producción y sus repercusiones políticas y culturales, la intensificación de la explotación en la acumulación por desposesión y en la acumulación por explotación de bienes territoriales comunales y de fuerza de trabajo. Dos son los antípodas[2] de esta relación, el polo representado por el capital corporativo (militar, mediático, político, económico) (González, 2012) y el polo representado por los trabajadores y los pueblos (como identidad social y condición de clase).
Territorios autónomos o en vías de la construcción de la autonomía constituyen la frontera y la zona de conflicto, constituyen la vía fundamental de la resistencia a proyectos de mundialización capitalista como proceso de homogenización del poder hegemónico encabezado por la empresa trasnacional y el capital financiero. La autonomía en su dimensión espacial, como estrategia territorial de los pueblos es una apuesta a la vida comunitaria alter-ciudadana. El papel del territorio en este sentido es el ser contenedor de las cohesiones y tensiones sociales de las comunidades, pueblos, sociedades y movimientos que comparten una identidad política y que son finalmente estructuras de un mosaico de resistencias con identidades culturales singulares. Las autonomías como sistema social reconfiguran relaciones sociales, una sociedad crea territorios en tanto crea símbolos, significados, apropiaciones y dominio del espacio.
La independencia por su parte refiere posibilidades fuera del Estado hegemónico y por ello un derecho inalienable de los pueblos a su autodeterminación, libres y soberanos es un espacio de posibilidades no necesariamente un tabú dentro de la unidad indisoluble de la Nación hegemónica. Autonomía e independencia son procesos concomitantes en la historia, su sentido de pertenencia uninacional es no sólo un tabú sino un proceso de reconfiguración geopolítico y geostratégico.
Es necesario entonces un método de análisis desde los pueblos que resisten la implantación de formas y modos de explotación de su fuerza de trabajo, de sus recursos, exclusión y del despojo de sus territorios. Un método de análisis que implica poner en el centro de las definiciones al sujeto mismo que se ha apropiado históricamente de su espacio, que produce y transforma su territorio en función de su organización y movilización, en función de su resistencia política y sobrevivencia económica, la reconstrucción de su espacio- tiempo. Una epistemología que recupere la filosofía indígena, no sólo como cosmovisión, sino como reflexión y transformación, proceso civilizatorio fracturado y tatuado por el colonialismo y el imperialismo, pero vivo y latente en su ethos ancestral.
Sólo para dar un panorama, mencionaremos que en la compilación que realiza Katz (1990) que señala a México como el centro extraordinario de las rebeliones y revoluciones, John H. Coatsworth encuadra en los años de 1700 a 1899: 239 motines y levantamientos de pueblos en México, 45 en Guatemala, 197 en el Perú y la zona de su virreinato y 39 en el Ecuador. Coatsworth agrupa en: a) revueltas, b) levantamientos contra las haciendas, c) revueltas en las misiones e incursiones nómadas, d) revueltas regionales multiclasistas y “campesinas”, e) revueltas con base en los esclavos; estas últimas implican en el mismo periodo 1700-1899 para América Latina: a) 15 Guerras Cimarronas, b) 23 insurrecciones de esclavos, y c) 104 levantamientos en plantaciones.
En los últimos 7 años he estado construyendo – y aún está en proceso- una base de datos que he producido y que es parte de un proyecto mayor y futuro de cartografía, consta de 1030 procesos de rebelión, insurrección, revuelta y revolución, adyacencia territorial en lo conocido hoy como México.
- 1030 Rebeliones de los pueblos y los trabajadores del 2700 adp al 2021.
- 5 Revoluciones sociales entre 1521-2021.
- 328 rebeliones indígenas y cimarronas 1521-1810.
- 290 rebeliones indígenas entre 1810-2010.
- 410 movimientos sociales entre 1821-2021.
- 7 invasiones de potencias europeas entre 1521-2021.
- 3 invasiones Norteamericanas 1847-1914-1969. Despojo imperialista de 2 millones de Km2 al norte de México y 1 millón de Km2 en la suroriental mesoamericana e insular con procesos divisorios de alta intensidad sobre los pueblos con Estados coloniales.
- 34 Procesos Guerrilleros 1956-2006.
- 56 grupos y movimientos armados con cerca de 180 comandos y brigadas de procesos de movimientos armados de carácter socialista entre 1920 y 2020.
No siempre ha sido la guerra el medio de transformación, pero si el principal recurso político y militar de las clases dominantes a través de relaciones de fuerza, a pesar de ellos, las resistencias han tejido estructuras colectivas de resistencia desde abajo, muchas veces en medio de fuertes estructuras monárquicas, feudales, estatistas e imperialistas, recientemente en las represiones hacia los movimientos sociales y políticos de la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI. La guerra es un recurso último de los pueblos y los trabajadores, la voluntad de luchar y no sólo los combates son la mayor enseñanza de los procesos que investigamos.
Los oleajes de luchas de los pueblos son entonces movimientos más o menos periódicos que se dan en diferentes sentidos y formas, diversas intensidades según las condiciones contextuales y el mundo reconfigurado y reconfigurador de esos movimientos, dependiendo de las condiciones cuasi climáticas y de las barreras a las que se enfrenta, de los procesos históricos que lo anteceden y de las dinámicas precisas liminales.
Como si de vientos o huracanes se presentarán en flujos y reflujos de culebras de agua y de fuego, esos oleajes y esas neblinas, incendios y calinas a ras de tierra le dan forma a esos límites que definen nuevas realidades, vía tempestades o calmas, corrientes mar adentro e impacto tierra adentro, entre el mar y las montañas se perfilan ciclos de agua y ciclos de milpa, ciclos de vida en dialéctica formación y ruptura, en transformaciones metáfora de movimiento que anuncian retumbos desde las profundidades. Nuevas neblinas que anuncian lluvias, agua que se precipita o se difumina, agua en pulsos y ciclos, diastólicas y cistólicas formas de transformación.
Transformismos de cuerpos, territorios, espíritus que se reincorporan en las milenarias filosofías de las culturas y procesos civilizatorios. Transformismos como dialécticas, procesos enmascarados en las culturas.
[1] Según el Atlas de Sociolingüístico de los Pueblos Indígenas de América Latina de la UNICEF y FUNPROEIB Andes (2009).
[2] Entendemos en este trabajo antípoda como el opuesto total hemisférico a un sujeto colectivo, permítase la metáfora como construcción de la idea de oposición, de contrario.

Ejército Libertador 1911-1919. Cartografía Guerras Revolucionarias 1892-1932. Toledo, Aquino, Bautista. 2019.

Partido Liberal Mexicano 1901-1934. Cartografía Guerras Revolucionarias 1892-1932. Toledo, Aquino, Bautista. 2019.

División del Norte 1911-1922. Cartografía Guerras Revolucionarias 1892-1932. Toledo, Aquino, Bautista. 2019.

Entre Estado e Imperio 1824-1847. ( )

Rebeliones indígenas y cimarronas en torno a la Insurgencia de la revolución de independencia 1521-1825. Rutas de Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón, Xavier Mina, Vicente Guerrero . en proceso 2024.

Virreinato de la Nueva España, Capitanía de Guatemala, rebeliones e insurgencias.1625-1825

Teatro de la guerra en América, Las indias occidentales. 1727. ( )